lunes, mayo 31, 2004

El infierno ése otro

Estos días la ciudad echa espumarajos de calor. Uno es presa del desvarío. Enternecido, salgo a la cochera y le doy un regaderazo a Voltaire, mi perro; miro su hocico feliz por el chorro de agua.

sábado, mayo 29, 2004

Guillermo Vidal y siguen pasando mentiras cantidá

Era el verano de 1998, hace casi seis años, terminaba una ponencia sobre el poder y la literatura; hablaba de la novela, de la importancia de que la novela fuera el recipiente de otros discursos como la poesía, el ensayo y el teatro. Cuando terminé, un hombre enjuto, barbudo, prieto y con unos anteojos Jhonn Lenon, se me acercó con una sonrisa que desarma a cualquiera y me felicitó por mi ponencia. Nunca imaginé que tal hombre se interesara por la reflexión de un joven escritor. Esa felicitación fue suficiente para pasarme con la cara de bobo el resto de la tarde. Me dio dos de sus novelas, Matarile y Confabulación de la araña. Era Guillermo Vidal Ortiz. En ese momento nadie le conocía en México, o quizá sólo unos pocos. Después, los premios y el reconocimiento internacional darían cuenta de la maestría de su prosa, del desarrollo técnico de su trabajo narrativo. Si hubo algo que distinguió a Vidal fue su humildad. Nos asombró a más de uno su sonrisa, su afabilidad, y su enorme sentido del humor. Era un cubano de peso completo. Nos duele haberlo perdido. Hoy sé que murió el pasado 16 de Mayo, en su ciudad natal, Las Tunas, en Cuba. Cuando le pregunté porqué no se exiliaba en México me dijo que sencillamente amaba Cuba. No sé exactamente cuál fue su conducta revolucionaria, pero su respuesta fue suficiente para aprender a callar. Seguirá Guillermo por la calle de Ramón Ortuño, en Las Tunas, con su perro Azabache y su lengua voraz.

jueves, mayo 27, 2004

La desobediencia

La escritura -esa esquizofrénica- se convierte de vez en vez en comisaria de mi tristeza. Acusa con palabrotas como delirio,insoportable y vacío. Nunca acierta completamente. Su intención es buena, sus resultados, pobres. Le he dicho que lea a Alfonso Reyes y verá lo que es bueno: será capaz de hacer ensayos con complicadas reflexiones sobre la piel, ser bravo o la lotería en México. Ermilo Abreu Gómez, que lo intentó, fracasó después de toda su vida.

Mis amigas, esas otras.

Para documentar la misoginia que me posee (¡no es mi culpa, mamá!), sostengo que las dos únicas amigas que tengo no son mujeres. C es un desorden genético que es directora de teatro y D. es escritora. La relación es absolutamente horizontal y están acostumbradas a la crueldad machista de un pobre diablo. No soy ajeno a ellas, por eso ni ellas son mujeres ni yo soy quien soy.
Desobedecer: ahí la cuestión. Como estoy en una especie de incredulidad machista (pronto volveré, les digo a mis cuates), leo "Memorias de una joven formal" de Simone de Beauvoir. Después de mucho (lo cual es insensatez) he comprendido a mis amigas: ellas siempre se han estructurado desde la desobediencia, por eso son tan reales y por eso su escritura es tan sonora, tan palpable, ven esa "otredad" de la que están inmersas las cosas. Descubro el hilo negro para mí con harta ingenuidad.

martes, mayo 25, 2004

Aura o la sirvienta de los tacones rojos

Martes 25 de Mayo
Soñé que la escritura era una sirvienta. Trapeaba con descuido los pasillos de casa. Y canturreaba canciones cursis y bobaliconas. Cómo se atreve -dije, inmovilizado e incapaz de darle un buen puntapié. Era gorda, inmunda y sonreía.Llevaba una camisa de un lino incomprensible y zapatos de tacón: rojos. Quién sabe qué espíritus malignos conjuró. Por alguna razón mi escritura, la mía, la putilla de salón que imaginé todo el tiempo,delgada y celeste, casi de Boticelli, se había transformado en una gorda y desaseada sirvienta que ahora conjuraba a las fuerzas del mal para eternizarse en esa imagen y así atormentarme con su olor y sus eructos. Por una de esas puertas que los sueños saben abrir a tiempo adquirí el poder de acicatearla con órdenes vejatorias: estudia economía; haz un pastel; visita a mis amigos y sonríeles a toda hora. Conforme más órdenes le daba se iba transformando en la idílica celeste y delgada que siempre supe mía. Mas después de cierto tiempo, volvía a su forma grotesca y a sus eructos. Sin embargo, una vez que me vio sumido en el cansancio de tantas órdenes que procuraban hacerla cambiar a su estado perfecto,se acercó como madrota enternecida y me dijo: no te preocupes, deja que recupere fuerzas y la haremos volver.