domingo, enero 11, 2009

La dama de las camelias (notas sobre literatura nuevoleonesa) I de IV


Es hijo putativo de la desideologización, perenne administrador de las modas sexuales. Se ha hecho escritor a golpe de chantajes y guiños con algunos escritores de una localidad con aliento de revólver. Poco se sabe de él, salvo que procura los círculos del nuevo sicoánálisis cuyos miembros hacen corro tan pronto se allega. Pequeño Diablo. Diablo sin convicciones.

Ella se hizo tremendista porque no había modo de encontrar su lugar en el mundo con la fealdad omnisciente de su cuerpo y rostro. Atareada por los ditirambos de una estética anacrónica y primisecular, hizo lo posible por sumarse a los esfuerzos posmodernos del Pequeño Diablo. Logró algunos buenos señalamientos de la comunidad literaria y después escribió cuentos que aún perduran en antologías.

La Otra nunca fue una mala escritora. Su problema consistió en preocuparse por los señalamientos de los demás y las precipitadas lecturas de Peter Sloterdijk y Slavoj Zizek. De refilón le pareció anacrónico ser neoclásica y atisbó en los círculos de penes y vaginas y frotamientos del Pequeño Diablo y cofradía. Más adelante descubrió que los japoneses no escriben novelas sino pintan cuadros, y leyó con ansiedad las escenas en cámara lenta.

Conocí al Director de Orquesta en la entrega de premios universitarios. En ese tiempo él soñaba con ser escritor y yo soñaba con ser el escritor que él soñaba. Luego sacudió el polvo de la literatura nuevoleonesa con un cuento bien escrito. Muy pronto afinó los oboes y las flautas, eligió al primer violín y se ensañó con quien ejecutaba el chelo. En su rostro siempre se advirtió la tristeza y ello lo absuelve. Aunque no sin cierto esfuerzo.

La Mala nunca lo fue. Antes bien versátil al amparar pequeños demonios. Tierna con los extraños y harto cruel con los propios. Fumó y bebió sin excusas hasta que vaya a saber cómo detectó su propia decadencia y huyó al Mediterráneo. Su escritura simpre fue, cómo decirlo, interesante, aunque provista de una impericia gramatical. Fue asidua al cuidador de ediciones para no malograr el aire que respiraba. Tiene un aire de santa dieciochesca y ejerció una fascinación tutelar sobre los más pequeños.

El Pretencioso fue solvente en la poesía hasta que quedó atrapado en un retablo barroco. Tan pronto ganó algún premio de dudosa procedencia nacional, despreció a muchos, sobre todo a aquellos insensibles por la poesía rusa del siglo XIX -de la cual sólo él y otro crítico formalista, recuerdan-. Hoy tiene un programa de televisión donde jacula algunos poemas desconocidos, en las pausas, o duerme o piensa con convicción sobre la importancia de la poesía rusa.

2 Comments:

At 12 de enero de 2009, 7:10 p.m., Anonymous Anónimo said...

Pero maestro Quiroga cuánto filo y cuanta ternura. Si no te conociera creería que estás tratando de hablar mal de la gente. Un abrazote.

 
At 18 de enero de 2009, 2:32 p.m., Blogger Rose said...

Deberas muy interesante tu historia podria decir que fue mucho de mi agrada la manera en que te expressas sin sonar chocante o vulgar tienes lo tuyo eh.
saludos rose

 

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