lunes, noviembre 05, 2007

La migración diluida


“Con la instalación de figuras humanas manufacturadas en barro y de tamaño natural, el artista oaxaqueño Alejandro Santiago aborda el tema de la diversidad cultural, representando el fenómeno de la migración de los pueblos del sureste mexicano y el desplazamiento de su herencia cultural hacia las grandes metrópolis”. Así reza la descripción en la página del Fórum Universal de las Culturas de la exposición del artista oriundo de Teococuilco en la Sierra Norte de Oaxaca. El propio Santiago ha sido testigo del vaciamiento de su pueblo por la migración hacia los Estados Unidos y con este trabajo planteó su protesta. Hace tres años comenzó 2501 migrantes, como le llamó a este proyecto de gran envergadura. Lo primero que hizo fue llevarlo a su pueblo y disponer cada figura de barro en cada patio, en cada zaguán, en cada casa de Teococuilco.
Las líneas anteriores nos sirven para proponer una ruta de reflexión sobre la libertad de expresión. Y es que en México el análisis de la libertad de expresión no puede entenderse como una sola, sino a partir de ciertos niveles de libertad como de ciertas expresiones libres. El caso del escultor Santiago es pertinente en la medida que representa un caso de libertad de expresión reducida a un ámbito específico, el de los migrantes, y a un escenario donde se manifiesta la expresión.
Disponer las figuras de barro que representan a los migrantes idos de Teococuilco, constituye un ejercicio de expresión que encarna también un discurso político, además de estético. Estas figuras vienen a proponer con su materialidad, con su contundencia de barro, lo que no está allí de cuerpo y sí en calidad fantasmática. Las figuras recuerdan a quienes se han ido del mismo modo terrible que el de aquellas fotos de niños muertos de principios del siglo XX. Pero Teococuilco es un pueblo más bien pequeño, el ámbito de la intentona estética de Santiago se cumple –finalmente la gente del pueblo serrano asiste al ver a aquellas figuras de barro, a la noción de vaciamiento del que es objeto el pueblo mismo. Pero hasta allí. Más adelante, Santiago encontrará otro ámbito, el de la Ciudad de Monterrey, donde la expresión se verá reducida a un parque cuyas entrañas aún albergan los desechos tóxicos de la antigua fundidora de fierro y acero. En este basurero cuyo contenido letal estuvo a la vista de los regiomontanos por muchos años y ahora está cubierto por cinco pulgadas de tierra negra y una de pasto inglés, se exhibe 2501 migrantes. No hay aquí quién reconozca la naturaleza fantasmática antes dicha, ni mucho menos quién apropie el vaciamiento de Teococuilco. Aquella libertad de expresión del escultor se ha diluído en Monterrey en la medida en que ha dejado de ser visible. Y es aquí donde me gustaría recalar. Lo que por principio era una dura crítica del vaciamiento de un pueblo que busca mejorar sus condiciones de vida porque México no puede satisfacerlas, lo que por principio resultaba el botón de muestra de la terrible desapacición territorial de una cultura, en Monterrey, al verse reducida en un espacio artificial, tóxico y maquillado, deviene una mascarada.
Hubiera sido interesante disponer las figuras de barro a lo largo de la avenida constitución, incluso entre sus carriles, e ir dando testimonio cómo los automovilistas daban con ellas y las hacía añicos: nada más terrible y más libre de expresión que el azoro de la clase media regiomontana que atropellando fantasmas, hombres idos, trágicos rostros de la desaparición de una cultura y una lengua que ahora masculla inglés y compra pizas para el domingo.

2 Comments:

At 5 de noviembre de 2007, 6:30 p.m., Anonymous Anónimo said...

C. Necesito una dirección de e-mail para enviarte un correo-invitación. Te toca ser el Playwriter Mate de La Rocka.

HÉCTOR ALVARAADO

 
At 20 de noviembre de 2007, 12:25 a.m., Anonymous Anónimo said...

Interesante lo de los migrantes. Buen artículo, te sigo y te paso a saludar
Antuan

 

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